(Foro página original del testimonio de Gladys, 1994) |
Gladys Guzmán, profesora básica
DARSE CUENTA
x Puntada con Hilo
Tiene 58 años, cuatro hijos, separada
hace tres años y medio. Se quedó sin casa, con un juicio para recuperar lo suyo
y con toda la libertad que conquistó.
Se declara "feminista autónoma
rebelde, con muchas causas que elijo por convicción, y en constante crecimiento
personal".
Toda su vida ejerció en colegios
estatales, "ese es mi gran orgullo", dice, "enseñé el Abecedario
con bufanda y estufa, en salas sin vidrios. En la escuela conocí la pobreza de los
niños y niñas".
MUJERES QUE MARCARON MI VIDA
"Mi madre pensaba que los hijos
tenían que estar bien alimentados, limpios y educados. Su lema: 'tener una
profesión, valerse por sí misma, porque hoy te casas bien pero mañana no
sabemos...'.
Tenía razón, pero que gran desencuentro
tuvimos en el afecto, por eso de cumplir con lo racional. Hoy, cuando la
recuerdo, siento cariño y pena.
En mi casa había pensión. Entre las
huéspedes conocí a una enfermera, era de izquierda; mi mamá pensaba que era una
fanática porque dejaba a sus hijos al cuidado de otras mujeres para ir a
reuniones. Ella fue importante para mí. Me invitaba al teatro sindical; lo
recuerdo lleno de gente, de repente toda la gente se paraba y cantaba... (La
Internacional, canción de la izquierda). Luego venía la película. Nos
comunicábamos tácitamente, nunca me habló de política. Con ella viví el afecto
que no pude vivir con mi mamá, ella despertó la primera rebeldía de que fui
capaz, muchos años más tarde, la militancia".
EL PRINCIPE AZUL
"Mi padre trabajaba en
ferrocarriles, estaba muy poco en la casa, sólo recuerdo de él que jamás lo vi
darse un beso de amor con mi madre. Yo me preguntaba incluso, cómo fue que
nacimos nosotros... Así fue mi aprendizaje de la pareja y me casé con el primer
príncipe azul que pasó.
Era ocho años mayor que yo, no era tanto,
pero asumió el rol de padre y yo lo acepté, quizás por la necesidad de figura
paterna y de afecto.
Yo lo admiraba, para los demás él era el
marido perfecto, lo sabía casi todo, es micropaleontólogo y biólogo. Su ego
llenaba mis días de madre joven.
El grado de excelencia que él exigía en
la academia, me lo exigía en la casa, me recordaba que yo no era tan lógica
como él y que ni me acercaba a 'su' ciencia".
DE COMO OTROS DECIDIERON GRAN PARTE DE MI
VIDA
"Cuando yo tenía 11 años, mi mamá
decidió que yo sería profesora; me internó en una escuela normal religiosa en
la que vivíamos rezando. Pasé de las muñecas a estudiar una profesión y de eso
directamente al matrimonio.
Mi madre me dijo: trabaja, sé autónoma.
Lo hice, pero gané siempre un quinto del sueldo de mi marido. Cada compra
doméstica tenía que consultarla. Se suponía que yo no sabía...
Tuve cuatro hijos seguidos. Nunca me
senté tranquila a esperarlos, estaba en mi cabeza la cantinela de mi madre:
¡trabaja! Nunca alguien me acompañó a parir... tenía que ser una mujer fuerte y
no pedir ayuda".
CASA AJENA
"Un día, al poco tiempo de casada,
llegó de improviso mi cuñada a quedarse con nosotros. Fue la primera de los
numerosos familiares que, autorizados por mi marido, vivieron en una casa que
también era mía, pero en la que yo no tenía ninguna ingerencia, jamás me
preguntaron.
Con ocho meses de embarazo de mi último
hijo, intenté suicidarme. Estaba desesperada por todos los atropellos que sufría
¿cómo hacer valer mi voz?...
En ese tiempo mi marido comenzó a
acusarme de 'loca'.
Así y todo hubo momentos buenos. Yo no
entendía como tan bruscamente pasábamos del amor a las recriminaciones:
¡ineficiente, ignorante, chiflada!
Por mucho tiempo le creí. Lo dejé decidir
las profesiones de los hijos, la ciudad y la casa en que vivíamos.
Sentados todos a la mesa, yo me ocupaba
de los platos y él conversaba con nuestros hijos de 'cosas importantes'. Un día
me pregunté: ¿qué hago yo acá? Les escribí una larga carta, si no puedo hablar,
entonces escribo, me dije. Luego de leer estaban consternados, no me
entendieron. Ahí comenzó mi preparación para irme de la casa".
POLÍTICA DESDE LA EMOCIÓN
"Comencé a militar en política en
las primeras campañas por Allende y mi vida se llenó de reuniones. Ahí tuvo
razón mi marido, la casa estaba totalmente patas arriba.
Fui dirigenta de mi partido y de varias
organizaciones gremiales, profesores, colectivo mujer y educación, etc.
Participé en muchos grupos de reflexión. Esas actividades fueron semi
clandestinas para mi familia, así es que cuando llegó la dictadura no fue tan
difícil para mí la ilegalidad.
Hace algunos años descubrí los grupos de
mujeres. Decidí viajar a un encuentro feminista en México. Sentía que por ahí
iba lo que buscaba. Me fui sola por primera vez, apenas llegué me enfermé
seriamente; una mujer mejicana que practica la sanación con las manos me dijo
'déjate fluir'; nunca me habían dicho eso en el mundo político. No sé cómo,
pero lo hice. Al otro día estaba bien. 'Viviste un parto muy difícil', me dijo
ella. Y es que nació otra Gladys, una que se había estado gestando todo ese
tiempo. La que ahora hace Tai chi, reflexología y tarot, la que busca a los 58
años desarrollar su sexualidad.
En ese viaje conocí Nicaragua y Cuba, mis
grandes utopías. Asenté mis ideales de revolución y comprendí, también, lo que
le faltaba a la política de los hombres: nosotras.
Un día me tocó hacer un discurso ante
muchas mujeres, y descubrí que éste por primera vez, surgió desde la emoción.
Ese es mi mayor aprendizaje, valorar lo que siento".
"Deseo compartir mi historia, no
como víctima, sino como una mujer que tardó en 'darse cuenta', y que hoy está
decidida a luchar por su libertad".
FUENTE: PUNTADA CON HILO, AÑO 1, Nº 4, NOVIEMBRE 1994
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