(Contraportada original Nº 4, 1994) |
Padre-hijo
DE HOMBRE A HOMBRE
x David Díaz
Hola Bicho, después de largo tiempo, de
nuevo me decido a escribirte, pero hoy es distinto, hoy no quiero escribirte
como las otras veces, no quiero hablarte sólo para darte consejos, ni decirte
qué es lo bueno o qué es lo malo. Creo que tú ya estás lo bastante grande para
estos juegos. Ya no quiero seguir jugando a ser tu padre, ni que tú seas ese
niño huérfano, con carencias afectivas. Realmente ya no me gusta este juego...,
así encuentro poco justa nuestra relación.
Hoy sólo quiero hablarte como amigo, como
compañero, como niño, libre y espontáneamente. Quiero conversar contigo como un
amigo que te ama, así de simple.
He sabido por aquí, que te están pasando
muchas cosas nuevas, cambios, que otra vez andas buscando casa donde vivir, que
todavía estás sin pareja (aunque ya con menos miedo a la soledad), que sigues
tratando de ordenar tu vida, para compartir más tiempo con tus hijos/as, que se
te está moviendo bastante el piso, que recién estás poniendo tus dos pies
firmes sobre la tierra, que ya sin cuentos ni engrupimientos estás atreviéndote
a crecer, que cotidianamente estás aprendiendo a aceptarte y lentamente a
perdonarte. En resumen, lenta y tímidamente estás dejando de ser niño.
Siento que lo que te está pasando es
hermoso, que ahora realmente nuestra semilla está llegando al suelo, que recién
nuestro árbol comienza a echar raíces, a alimentarse, a protegerse, que es
hermoso ver salir sus ramas, sus colores, sus hojas, sus olores, sus frutos.
Siento que vivir con los pies en la
tierra, muchas veces te resulta difícil y te podría decir hasta frustrante.
Pienso que a lo mejor, eso es vida, eso es tu vida, la que tú construyes, la
que depende de ti.
Todo puede ser fruto de nuestra vida,
convertir lo rápido en lento, lo difícil en fácil, lo feo en hermoso, lo oscuro
en arcoiris. ¡Qué locura! me siento bien escribiéndote, a pesar de que al
principio no tenía ganas de hacerlo.
Me gusta encontrarnos, me gusta compartir
contigo, me gusta reencontrarme. Siento que somos muy parecidos, en realidad
creo que todos los humanos/as somos muy semejantes.
OTRA FORMA DE COMPARTIR
Te quiero contar.
Un día, en un taller, volvimos a la
infancia y nos acordamos de cuando éramos niños de cuna. Recordamos los
colores, los sonidos, los olores de entonces, cómo era el lugar, quiénes nos
acompañaban, toda esa situación con la mayor cantidad de detalles posibles.
Imagina, nosotros, los mismos hombres que
teníamos nuestras conversas más cercanas al calor de un copete, y que lo único
que hablábamos era sobre política, fútbol, trabajo o mujeres, compartíamos
ahora una alfombra, en una sala oscura.
Fue un largo ejercicio. Cuando terminó,
lentamente abrimos los ojos, nos sentamos, formamos un círculo y conversamos en
voz baja, emocionados. Teníamos los ojos brillantes, llorosos, apenas nos salía
la voz. Pedro se balanceaba en su lugar como un niño.
Todos dijimos cosas muy parecidas,
descubrimos que teníamos muchas emociones ocultas, que muy pocas veces o nunca
nos dábamos el tiempo para encontrar y enfrentar.
AMOR Y ODIO
Juan: "Me costó mucho concentrarme,
me daba sueño, pero lentamente fui imaginando. Pasé de sentirme bien a sentirme
extraño. Veía las siluetas de mi mamá y mi papá en penumbras, sentí ganas de
hablar y no pude...".
-¿Cómo te sientes?
-Raro, con sentimientos
contradictorios...
Respiró profundo para internarse de nuevo
en su niñez.
-¿Cuáles son esas palabras, a quién se
las quisiste decir?
Sintió la presencia de él, de esa
persona, ahí, justo en medio del círculo.
-¡Dile lo que quieres decirle!
Juan callaba, estaba tenso, su
respiración cortada, los ojos cerrados. Nosotros, todos atentos e
impresionados.
-¡Habla, di lo que tienes que decir!,
dijo Roberto con voz fuerte.
-Papá quiero que me hagas cariño...
-¡Más fuerte!-, dijo alguien.
-Papá hazme cariño.
-¡Más fuerte!-, dijimos todos.
-Papá quiero cariño, papá péscame, papá
cuídame, viejo desgraciado péscame... ¡papá cuídame, viejo de mierda péscame,
viejo de mierda, viejo de mierda, viejo de mierda te quiero! Lentamente,
exhausto se recostó. Nosotros lo cuidamos, le hicimos cariño, estábamos
emocionados.
TAN PARECIDOS, EL MISMO
Te quiero contar que esa tarde no sólo a
Juan le pasaron cosas, descubrimos que a todos nos pasaba algo parecido, que
teníamos sentimientos encontrados, que por fin lográbamos decirlos y sentirlos
sin culparnos, y que nos hacía bien expresarlos. Aquella tarde me di cuenta que
amo mucho a mi padre y que nunca me había atrevido a enfrentar que también le
podía tener mucha rabia. Nunca me había animado a exteriorizar mi ira, me la
reprimía. Esa tarde entendí que existían muchas cosas que me cargaban de él,
pero me hacía el huevón para no tener problemas, para no pelear, porque lo
quiero.
Muchas veces encuentro ridículas las
cosas que me irritan, y me digo que no tienen importancia. Pero me molesta que
no haya conversado conmigo sobre sexo, excepto como a los cuatro años cuando
comentamos el tamaño de nuestros penes. Me molesta que se portara
irresponsable. No me gustaba esperarlo cuando se quedaba conversando con
amigos, me dolía que siempre tuviera tantas cosas que hacer, que no se diera
cuenta cuando yo estaba mal, triste. Me pateaba su desorden, lo poco cariñoso,
lo brusco, lo duro, eso que siempre decía de "echémosle pa'delante no
más". Me enrabiaba cuando no me escuchaba...
Ese día me di cuenta que éramos muy
parecidos, que muchas de las cosas que me fastidian de él, igual las tengo yo.
Que la rabia hacia él es también rabia hacia mí. Que me gustaría ser padre de
otra manera, que mi padre se parece mucho al abuelo y el abuelo a su padre, que
así era la historia y que hoy yo no quería continuarla. Que no sólo con buenas
intenciones puedo ser buen padre, ni por sentir que amo profundamente a mis
hijos la cosa está solucionada, que el amor es concreto, no es idea. Que darse
cuenta (poner los pies en la tierra) es el primer paso, que el camino se me
hace difícil, hasta frustrante, pero que quiero caminarlo.
Ni buen, ni mal padre, sólo intento
serlo. Te das cuenta amigo cómo somos de parecidos, cómo nos vamos encontrando.
Encontrando con los otros, con las otras, con lo otro, con uno mismo, como esta
carta, por ejemplo.
Un abrazo y cariños.
Un amigo que te ama,
Bicho
David Díaz
Facilitador de Desarrollo Personal
para Hombres
Colectivo Soliluna